VIRGEN DEL PILAR

Según una venerable y antiquísima tradición, la Virgen María, cuando todavía moraba en Jerusalén antes de su gloriosa Asunción a los cielos, vino a Zaragoza a consolar y animar al Apóstol Santiago. Este se encontraba, con los primeros convertidos, a las orillas del río Ebro, predicando el Evangelio. Desde tiempo inmemorial, estos hechos se sitúan en la noche del 2 de enero del año 40 de la era cristiana.

Tres son los rasgos peculiares que caracterizan esta tradición y la distinguen de las otras:

- Se trata de una venida, no de una aparición de la Virgen.

- Otra característica de esta tradición es la Columna o Pilar que la misma Señora trajo para que, sobre él, se construyera la primera capilla, que de hecho, sería el primer Templo Mariano de toda la Cristiandad.

- El tercer rasgo es la vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea. Por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de la patria española.


La proyección histórica del Pilar en los países hispánicos es una seña de identidad. En 1908, los embajadores de todas las naciones hispanoamericanas trajeron hasta los pies de la Virgen las banderas de sus respectivos países.

Desde esta fecha, las banderas de Cuba, Paraguay, Chile, Uruguay, R. Dominicana, Haití, Costa Rica, Méjico, Perú, El Salvador, Bolivia, Guatemala, Filipinas, Nicaragua, Honduras, Ecuador, Venezuela, Argentina, Colombia y Pananá hacen guardia de honor ante la Santa Capilla, en reconocimiento de que la fe cristiana vino a estos países desde España.

En las dos ocasiones en que el Papa Juan Pablo II ha peregrinado al santuario, ha llamado repetidas veces a la Virgen del Pilar, "Madre de la Hispanidad".

 

Pero la devoción al Pilar no solamente se halla extendida en los hermanos países Hispanoamericanos, sino que ha cruzado las fronteras de todo el mundo. Y, por supuesto, en la geografía española, el Pilar es la imagen que encuentra más amplia expresión en altares, asociaciones, cofradías, entidades e instituciones.

Las gentes de Zaragoza, cuando se acercan a la Basílica del Pilar, dicen coloquialmente que van a "ver a la Virgen". Esto es tan verdad que sólo quién observe detenidamente los ojos de los que esten en la Santa Capilla, unas veces enormemente abiertos y esperanzados, otras entornados, podrán comprender el mensaje, el espíritu, el "misterio del Pilar".

La Basílica de Nuestra Señora del Pilar es un templo barroco, de planta de salón, con tres naves, con unas dimensiones de 127 metros de largo por 65,5 de ancho. La nave central resulta más ancha, aunque la elevación es la misma en las tres. Los pilares, cuadrados excepto los cuatro que soportan la cúpula central, poligonales, sostienen una cobertura formada por cúpulas y bóveda de cañón. El programa decorativo responde a un canon barroco-clasicista: pilastras clasicistas de orden corintio, hornacinas, ángeles sosteniendo escudos, guirnaldas...

Se levantó este nuevo templo en medio del entusiasmo del Cabildo y pueblo de Zaragoza, siguiendo los planos de Felipe Sánchez, arquitecto aragonés, al que debe atribuirse la paternidad del templo, si bien se introdujeron algunas modificaciones, hechas por Francisco Herrera, el Mozo, al que Carlos III nombra director de las obras. Más tarde, el 1750, intervinieron el arquitecto Ventura Rodríguez que sustituyó la decoración interior excesivamente barroca, dándole una unidad neoclásica y construyó la Capilla de la Santísima Virgen del Pilar.